por Ricardo Puerta
Casi un centenar de nacionales de origen cubano, que viven dentro y fuera de la Isla, han remitido la semana pasada al Presidente de Cuba, Comandante Raúl Castro, una carta donde analizan qué deben conversar Barak Obama, Presidente de Estados Unidos, y el Presidente de Cuba, si llegaran a reunirse para empezar a resolver el diferendo binacional que por décadas tiene congeladas las relaciones entre EE.UU y Cuba. La Carta emplaza a Raúl Castro a que demuestre su nacionalismo accediendo a un diálogo, debatefranco y verdadero en una Mesa Nacional entre cubanos, antes que con los extranjeros.
La invitación al diálogo la reiteró Obama, en la recién pasada Cumbre de Presidentes Latinoamericanos, celebrada en Trinidad-Tobago. En esa Cumbre, Cuba no participó, pero se convirtió sin duda en el tema imposible de obviar dentro de la agenda discutida.
La invitación de Obama para dialogar sobre cualquier aspecto del tema cubano, en principio, la aceptó Raúl sin pre-condiciones, “siempre que no se lesione la soberanía del país”. Pero casi de inmediato su hermano Fidel, en “Reflexiones”, columna de fondo habitual del Comandante en el Diario Granma de Cuba, expresó su desacuerdo en tratar temas como presos políticos, disidencia interna, exilio, etc., a menos que Estados Unidos levante primero el embargo.
Para los cubanos firmantes de la Carta, el diferendo Cuba- EE.UU. es una parte importante, pero realmente insignificante, dentro del amplio, múltiple y sofocante conflicto, que por más de 50 años enfrenta internamente la dirigencia cubana ante su pueblo, por ahora sin resolver. Por esta larga espera, que por su duración se siente trágica, han circulado por lo menos 3 generaciones consecutivas de cubanos, al costo de vivir bajo una dictadura, con servicios estatales gratuitos de educación y salud, aunque deficientes después del la caída de la URSS, y sin cumplir todavía con la promesa de un bienestar generalizado, que sin duda todavía forma parte de la retórica oficial del “paraíso de los trabajadores”. Por las condiciones cotidianas, económicas y políticas, en que el cubano de a pie vive en la Isla, si lo existente es realmente el paraíso prometido, por sus grandes limitaciones e ineficiencias parece entonces estar más cerca del infierno que del cielo.
Acertadamente expresa la Carta enviada a Raul que “el origen del conflicto y su centro no es entre el gobierno de Cuba y el de los Estados Unidos, sino entre los propios cubanos. Quienes destruyeron las esperanzas del pueblo cubano tienen nacionalidad cubana, quienes han ejercido la dictadura más antigua de América son ciudadanos cubanos, los contrarrevolucionarios que se aferran a las riendas del país son nativos de Cuba”.
Aunque en ese largo devenir, también haya habido potencias mundiales entrometidas, Estados Unidos y Rusia, y más reciente, la “solidaria” Venezuela. Todos han aportado infructuosamente masivas transfusiones de recursos a un paciente que lleva años sufriendo una imparable hemorragia interna. Los intrusos, en vez de remediar o solucionar el conflicto cubano interno, lo han empeorado, agregándole complicaciones de injerencia y violaciones de la soberanía y de la nacionalidad. Por ahora, no se vislumbra que ninguna de las partes involucradas tenga una solución firme con esperanzas de futuro. Y en este sentido, pareciera que Cuba fuera como la zarza del Exodo en la Biblia, que arde en fuego sin llegarse a consumir.
Al momento, resolver la compleja y larga tragedia cubana a través de una bien preparada reunión de 2 presidentes, es como si la solución fuera tan simple e inviable que equivale a meter un elefante en una cajita de fósforos, o llegar a graficar la enmarañada realidad de años en una caricatura, que por definición, reduce y exagera al mismo tiempo los rasgos que la caracterizan. Podrán resolver mil problemas propios de la relación bilateral, pero lo esencial de la tragedia cubana no esta en el enemigo externo, sino entre y dentro de los mismos cubanos.
Por eso, los firmantes de la carta al Presidente Raúl Castro esperan que la tal negociación entre ambos gobiernos no se convierta en una distracción más de la actual dirigencia cubana para seguir evadiendo los imprescindibles cambios y transformaciones que por años le ha negado el régimen comunista al sufrido pueblo cubano.
Sin embargo, si Obama y Raul llegaran a reunirse, lo más práctico sería no mirar al pasado, sino hacia el futuro. El pueblo cubano no debe seguir siendo rehén de esta interminable espera. La orientación hacia delante esta justificada, al menos, por el número de cubanos que han nacido en los últimos 50 años en la Isla, bajo el mismo gobierno y la misma cúpula dirigente. Quienes han nacido bajo “esas mismas condiciones” suman alrededor del 90% de la población total cubana: 12.4 millones que viven en Cuba, y más de 3 millones de emigrados, de origen cubano, que forman las distintas diásporas de connacionales esparcidas por el mundo. Ambos, comparten en común la patria única que los vio nacer, a pesar del tiempo y la geografía que los separa. Ambos, al menos por razones humanitarias y de reunificación familiar, esperan re-encontrarse y poder compartir un mejor futuro, sin los tormentos internos y externos que hoy los dividen.
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Sociólogo, académico e investigador nacido en Cuba y radicado en Honduras.
Casi un centenar de nacionales de origen cubano, que viven dentro y fuera de la Isla, han remitido la semana pasada al Presidente de Cuba, Comandante Raúl Castro, una carta donde analizan qué deben conversar Barak Obama, Presidente de Estados Unidos, y el Presidente de Cuba, si llegaran a reunirse para empezar a resolver el diferendo binacional que por décadas tiene congeladas las relaciones entre EE.UU y Cuba. La Carta emplaza a Raúl Castro a que demuestre su nacionalismo accediendo a un diálogo, debatefranco y verdadero en una Mesa Nacional entre cubanos, antes que con los extranjeros.
La invitación al diálogo la reiteró Obama, en la recién pasada Cumbre de Presidentes Latinoamericanos, celebrada en Trinidad-Tobago. En esa Cumbre, Cuba no participó, pero se convirtió sin duda en el tema imposible de obviar dentro de la agenda discutida.
La invitación de Obama para dialogar sobre cualquier aspecto del tema cubano, en principio, la aceptó Raúl sin pre-condiciones, “siempre que no se lesione la soberanía del país”. Pero casi de inmediato su hermano Fidel, en “Reflexiones”, columna de fondo habitual del Comandante en el Diario Granma de Cuba, expresó su desacuerdo en tratar temas como presos políticos, disidencia interna, exilio, etc., a menos que Estados Unidos levante primero el embargo.
Para los cubanos firmantes de la Carta, el diferendo Cuba- EE.UU. es una parte importante, pero realmente insignificante, dentro del amplio, múltiple y sofocante conflicto, que por más de 50 años enfrenta internamente la dirigencia cubana ante su pueblo, por ahora sin resolver. Por esta larga espera, que por su duración se siente trágica, han circulado por lo menos 3 generaciones consecutivas de cubanos, al costo de vivir bajo una dictadura, con servicios estatales gratuitos de educación y salud, aunque deficientes después del la caída de la URSS, y sin cumplir todavía con la promesa de un bienestar generalizado, que sin duda todavía forma parte de la retórica oficial del “paraíso de los trabajadores”. Por las condiciones cotidianas, económicas y políticas, en que el cubano de a pie vive en la Isla, si lo existente es realmente el paraíso prometido, por sus grandes limitaciones e ineficiencias parece entonces estar más cerca del infierno que del cielo.
Acertadamente expresa la Carta enviada a Raul que “el origen del conflicto y su centro no es entre el gobierno de Cuba y el de los Estados Unidos, sino entre los propios cubanos. Quienes destruyeron las esperanzas del pueblo cubano tienen nacionalidad cubana, quienes han ejercido la dictadura más antigua de América son ciudadanos cubanos, los contrarrevolucionarios que se aferran a las riendas del país son nativos de Cuba”.
Aunque en ese largo devenir, también haya habido potencias mundiales entrometidas, Estados Unidos y Rusia, y más reciente, la “solidaria” Venezuela. Todos han aportado infructuosamente masivas transfusiones de recursos a un paciente que lleva años sufriendo una imparable hemorragia interna. Los intrusos, en vez de remediar o solucionar el conflicto cubano interno, lo han empeorado, agregándole complicaciones de injerencia y violaciones de la soberanía y de la nacionalidad. Por ahora, no se vislumbra que ninguna de las partes involucradas tenga una solución firme con esperanzas de futuro. Y en este sentido, pareciera que Cuba fuera como la zarza del Exodo en la Biblia, que arde en fuego sin llegarse a consumir.
Al momento, resolver la compleja y larga tragedia cubana a través de una bien preparada reunión de 2 presidentes, es como si la solución fuera tan simple e inviable que equivale a meter un elefante en una cajita de fósforos, o llegar a graficar la enmarañada realidad de años en una caricatura, que por definición, reduce y exagera al mismo tiempo los rasgos que la caracterizan. Podrán resolver mil problemas propios de la relación bilateral, pero lo esencial de la tragedia cubana no esta en el enemigo externo, sino entre y dentro de los mismos cubanos.
Por eso, los firmantes de la carta al Presidente Raúl Castro esperan que la tal negociación entre ambos gobiernos no se convierta en una distracción más de la actual dirigencia cubana para seguir evadiendo los imprescindibles cambios y transformaciones que por años le ha negado el régimen comunista al sufrido pueblo cubano.
Sin embargo, si Obama y Raul llegaran a reunirse, lo más práctico sería no mirar al pasado, sino hacia el futuro. El pueblo cubano no debe seguir siendo rehén de esta interminable espera. La orientación hacia delante esta justificada, al menos, por el número de cubanos que han nacido en los últimos 50 años en la Isla, bajo el mismo gobierno y la misma cúpula dirigente. Quienes han nacido bajo “esas mismas condiciones” suman alrededor del 90% de la población total cubana: 12.4 millones que viven en Cuba, y más de 3 millones de emigrados, de origen cubano, que forman las distintas diásporas de connacionales esparcidas por el mundo. Ambos, comparten en común la patria única que los vio nacer, a pesar del tiempo y la geografía que los separa. Ambos, al menos por razones humanitarias y de reunificación familiar, esperan re-encontrarse y poder compartir un mejor futuro, sin los tormentos internos y externos que hoy los dividen.
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Sociólogo, académico e investigador nacido en Cuba y radicado en Honduras.
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