Friday, June 14, 2013

Consideraciones sobre la Cuba presente y futura


Ariel Hidalgo













Estas consideraciones no son conclusiones definitivas, sino que constituyen más bien una invitación a una reflexión entre todos los cubanos de buena voluntad, porque nos urge, en estos tiempos cruciales, una reflexión sobre la Cuba presente y futura:


- Las medidas de cambios realizadas hasta ahora en los últimos cinco años por la actual administración, timoratas, insuficientes y tardías, no parecen tener el propósito de abrir caminos hacia las soluciones definitivas de los problemas vitales, sino válvulas de escape al descontento gene
ral, pues apuntan a perpetuar el modelo hartamente demostrado como ineficiente de monopolio estatal sobre la mayoría de las empresas, las finanzas, el comercio exterior, los principales medios de difusión, control de precios, de mercados y de las fuerzas productivas.


- De una burocracia acusada por los propios dirigentes históricos como principal responsable de la corrupción y la crisis económica, renuente a todo cambio que pueda afectar sus intereses de clase, en especial aquellos que tiendan a una verdadera socialización –tampoco una privatización que no se genere naturalmente de un proceso de descentralización y autonomía empresarial bajo su control-, ningún cambio edificante puede esperarse para el porvenir de la patria. La burocracia aguarda pacientemente heredar las posiciones que inevitablemente, por razones biológicas, quedarán vacantes cuando la dirigencia histórica desaparezca, lo cual significaría la entronización de una mafia empresarial que no vacilará en pactar con los carteles de la droga, ansiosos por hallar una nueva ruta hacia el mercado norteamericano.


- El descontento popular persiste, aun cuando temporalmente se apacigüe con las dádivas de algunas libertades económicas individuales y aperturas para el flujo migratorio, y las explosiones sociales continúan siendo un peligro potencialmente presente para la estabilidad social.


- Las manifestaciones populares del pasado y del futuro inmediato, pudieron y podrán ser acalladas y disueltas por los mecanismos represivos, el control de los medios masivos de difusión, y la limitación o ausencia entre la población, de los modernos medios tecnológicos de comunicación, pero el gobierno sabe que es imposible detener a menor o largo plazo el acceso de la población a esos medios, por lo que procura que ese proceso se produzca gradualmente y bajo su control.


- Los disidentes han permanecido en una franja marginal de la sociedad sin apoyo del resto de la población y sin unidad estratégica, no sólo por el control gubernamental sobre los medios de difusión sino, principalmente, porque gran parte de ellos, al buscar el apoyo de grupos políticos de la Diáspora, adaptan su discurso a una retórica divorciada de la realidad interna del país y se distancian de los intereses del pueblo, lo cual no significa que no existan, tanto en la Diáspora como en la disidencia interna, factores orientados estratégica y programáticamente hacia los verdaderos intereses de la ciudadanía. No obstante, esa disidencia ha sabido ganar el respaldo de la opinión pública internacional, por lo que nos encontramos en un punto muerto en que ni la disidencia puede derrotar a ese gobierno, ni el gobierno, exterminar a esa disidencia.


- La importancia de la llamada Nueva Izquierda Cubana, que califica al régimen de Cuba como capitalismo monopolista de Estado y le exige la socialización de los medios de producción actualmente en manos del Estado, ya sea a través del cooperativismo o de asociaciones mutuales, es el haber nacido en el seno del sector que tradicionalmente ha sido el sostén principal de la dirigencia histórica y por tanto ejercer influencia sobre dicho sector, por lo que lejos de ser reprimida abiertamente, es tolerada, aunque sí censurada y en general excluida de los medios oficiales.



- Muchos artistas e intelectuales, como escritores y cineastas pertenecientes a instituciones y asociaciones culturales oficiales u oficialistas, han ido adoptando posiciones cada vez más críticas e independientes del sistema, aunque manteniéndose oficialmente dentro de éste, con la ilusoria esperanza de que la dirigencia histórica a la que se mantienen leales, corrija los supuestos errores. En la medida en que esa dirigencia no satisfaga sus expectativas o comience a ceder poder a la burocracia, podrían radicalizarse y adoptar posiciones más contestatarias.



- Las manifestaciones multitudinarias de la población tienen un doble filo, pues si bien sus protestas van dirigidas contra la dirigencia histórica y su sistema totalitario, son, por naturaleza, incontrolables y pueden generar el caos y una violencia destructiva sin que germinen simientes de una sociedad más justa. El Gobierno acosa y hostiga permanentemente a la disidencia mediante actos de repudio y constantes detenciones temporales, no porque tema a esa disidencia por sí misma, sino porque en tiempos de profunda crisis económica y social, teme que sus manifestaciones públicas puedan prender la chispa de posibles protestas multitudinarias –la más famosa fue el llamado “Maleconazo” de 1994-, las cuales han permanecido hasta ahora como protestas de barrio sin que trasciendan como metástasis, a otras barriadas o municipios por la ausencia de medios modernos de comunicación…



¿Qué conclusiones pueden sacarse de estas consideraciones? A mi modo de ver, las siguientes:

1- Que la sociedad cubana avanza lenta y aparentemente de forma irreversible hacia un capitalismo salvaje de mafias empresariales y un narco-estado eminentemente represivo, con una explotación brutal de los trabajadores en condiciones de esclavos asalariados en medio de la miseria generalizada más espantosa de toda la historia.

2- Que ninguno de los factores de cambio en pro de una sociedad libre y próspera –ni la disidencia, ni la nueva izquierda, ni los intelectuales-, tiene la capacidad, por sí solo, para cambiar el rumbo de esa gradual marcha de la sociedad cubana hacia el abismo.

La pregunta lógica que se deriva de estas conclusiones es si este nefasto destino es inexorable, si no hay escapatoria, y en caso de que la hubiera, qué podría hacerse para salvaguardar al pueblo cubano de todos estos peligros. La verdadera irreversibilidad llegaría cuando los actuales burócratas, habiendo alcanzado de facto todo el poder, legitimaran su definitiva victoria mediante unas elecciones “libres” con el respaldo masivo de un pueblo incauto que, embriagado por la euforia del supuesto triunfo de la libertad, marcharía alegremente como carneros hacia el matadero.

En mi opinión muy personal, y ya aquí entramos en el campo de lo especulativo, donde deseo y realidad podrían confundirse, lo ideal -y yo diría que el único camino alternativo para el cual no nos queda mucho margen de tiempo-, es el siguiente:

- La constitución de una plataforma cívica monolítica de todos los factores del cambio democrático con la suficiente influencia y poder de convocatoria para evitar los efectos nefastos de toda posible explosión social y movilizar a toda la sociedad civil hacia un proceso constructivo y armónico de transformaciones sociales donde sean consagrados todos los derechos de los ciudadanos e instaure un modelo que garantice la justicia social y la prosperidad de toda la población.

- Que esa convergencia debe realizarse sobre la base de principios aceptables por la inmensa mayoría de la población, como el rechazo a la violencia, el reconocimiento y respeto de los derechos humanos, la soberanía nacional, una economía realmente participativa, y la unidad, en toda su diversidad, de la gran familia cubana.

- Que ni Carlos Marx, ni Bakunin, ni Milton Friedman, puede ser un referente para la unidad de todos los cubanos de buena voluntad en el empeño de abrir a la patria el camino hacia un luminoso porvenir, sino José Martí, como defensor de las libertades y derechos fundamentales de los seres humanos, como clarificador para la realización en el plano social de lo que él llamaba “excelsa justicia”, y como guía para la unidad de todos los factores del escenario cubano en una sola fuerza –como lo fue el Partido Revolucionario Cubano que llegara a agrupar a liberales, socialistas y anarquistas-, que rompa el anquilosamiento en que se encuentra un pueblo disperso y separado por barreras geográficas, políticas e ideológicas.



Sólo la voz unida de todos los hermanos de buena voluntad podrá garantizar el éxito de los diversos proyectos de la sociedad civil y detener el avance de todas aquellas fuerzas nefandas dispuestas a tronchar, en nombre de sus espurios intereses, los ideales y aspiraciones del pueblo cubano.

Infoburo@aol.com



Thursday, June 13, 2013

Disidencia y Concertación


Juan Antonio Blanco


12 de junio de 2013


Si el régimen divide, las fuerzas del cambio deben
aprender a concertar. Lo que está en juego es la creación de una sociedad abierta, insertada en la civilización del conocimiento.

Concertar supone en política la posibilidad de armonizar y conjugar la acción de actores diferentes, autónomos, a menudo portadores de diferencias sustantivas de opinión.
Para la elite de poder cubana la clave está en hacer exactamente lo opuesto: sembrar la división, exacerbar rencores, envidias y conflictos viejos o nuevos entre los opositores y también entre sectores de población. Propagar miedo al cambio y resquemores entre sus protagonistas es la única herramienta que le queda para fomentar la pasividad ciudadana.

Los que todavía monopolizan el poder ya no pretenden pasar por heraldos de un porvenir de prosperidad. De las consignas que llamaban a construir un futuro feliz han transitado a los llamados a “resistir” para defender “el socialismo”. ¿Resistirse a qué? ¿Cuál socialismo llaman a defender? La ciudadanía desea saber a donde la llevan, pero nadie sabe –o quiere- decirle nada en concreto.

Esta no es una batalla entre consignas ideológicas del siglo XIX y XX. Lo que ahora está en juego no es un conflicto entre construir el “capitalismo” o el “socialismo”. Esos fueron los dos sistemas de administración de la civilización industrial. El proceso actual podría definirse como la opción entre iniciar una transición hacia una civilización tecnológicamente avanzada y una sociedad abierta -que faciliten el bienestar y la libertad del ciudadano- o quedar arrinconados en la periferia de la economía mundial como una nación atrasada, autoritaria y miserable. ¿Es el “destino” de Cuba ser el Haití del siglo XXI? No. Pero ese futuro es, lamentablemente, también posible.

Después de medio siglo de creciente depauperación y ausencia de libertades existe hoy un anhelo de prosperidad que permea capas muy amplias y diversas de la población e incluso alcanza a no pocos funcionarios. Ahí hay un amplio campo para la concertación ciudadana. No es asunto de dividirse en torno a etiquetas ideológicas propias de la civilización industrial, sino de saber identificar el mejor camino de incorporar la nación, de forma competitiva y socialmente inclusiva, a la nueva civilización del conocimiento.

Para concertar las vías que materialicen esa aspiración se hace necesario entrenar a los activistas del cambio en la construcción de consensos y el desarrollo de estrategias de concertación. Organizar la enseñanza de esas habilidades resulta una contribución urgente e imprescindible en la fase que ahora vive el país.

La disidencia –entendida como sustantiva inconformidad con el actual status quo- es hoy un fenómeno de masas. La elite de poder lo sabe perfectamente. Por eso intenta confundirlas sembrando rumores para asesinar la reputación de los opositores e incluso de los nuevos emprendedores del sector privado. Ellos siembran el miedo al futuro. Los activistas del cambio deben resaltar su fe en el porvenir. Ellos dividen. Las fuerzas del cambio deben aprender a concertar.