Monday, October 5, 2009

Contradicciones que resolver



Por Lorenzo Cañizares y Rolando Castañeda
Antes de iniciar un movimiento hacia adelante sobre el porvenir de nuestra patria con la buena voluntad de la mayoría de nuestros compatriotas, el gobierno cubano tiene que decidir cómo se enfrentará al futuro. En las pasadas celebraciones del 26 de julio en Holguín se veían las figuras de Fidel y Raúl Castro con los brazos extendidos hacia al cielo bajo las palabras “La vigorosa y victoriosa revolución se mantiene marchando hacia adelante.” Obviamente, esto es un residuo de la intransigencia y triunfalismo irrealista del “socialismo real” que todavía permea la mente de muchos en la dirigencia política del país. Esa actitud está en franca contradicción con el reconocimiento por el presidente Raúl Castro sobre la realidad en que se encuentra la economía nacional.
Raúl Castro ha culpado la mentalidad existente dentro de la isla por la cual “Dos más Dos son Tres” como criterio esencial de los problemas que enfrenta Cuba hoy en día. Nosotros estamos de acuerdo con la candidez expresada por Raúl. Los problemas existentes tienen esencialmente que empezar a ser resueltos con realismo y pragmatismo dentro del gobierno cubano. Esa resolución y actitud puede proveer el entusiasmo necesario, particularmente a la juventud, para enfrentar las serias dificultades que enfrenta nuestra nación que han sido acentuados por las huracanes del 2008 y la crisis mundial del 2008.2009, pero que también tienen otras causas como planteó Raúl Castro el 26 de julio del 2007.
Como lo han analizado muchos intelectuales y académicos de la isla, estamos de acuerdo que Cuba tiene que cambiar el viejo modelo imperante llamado “Socialismo Real” hacia uno que permita atender y satisfacer adecuadamente la multitud de problemas de la población que un sistema dogmático, intransigente y burocrático ha creado. Este sistema todavía mantiene las características del antiguo modelo soviético, cuyo estado tenía el control total de la economía, centralizando los recursos y las decisiones y fijando unilateral y caprichosamente los precios y los salarios.
Tal vez esta reflexión nos lleva a considerar la principal razón por la cual se pospuso el Congreso del Partido Comunista Cubano (PCC). No cabe duda que la paupérrima situación económica es la causante, pero vale la pena explorar que existe un quebranto dentro del Partido. En momentos cuando el país necesita un liderato decidido, creativo y eficiente, todo parece indicar que el PCC está sufriendo una crisis ideológica y de definición estratégica dentro de su seno que impide encarar con decisión un desarrollo nacional eficiente.
¿Qué hay detrás de esa diferencia ideológica y de definición estratégica? En primera instancia, están los seguidores del “Socialismo Real” los cuales se apoyan en esa visión para asegurarse del control político y burocrático, mientras siguen disfrutando de privilegios que no están al alcance de la población, a pesar de carecer de un plan estratégico que combata los problemas económicos que el país enfrenta y sufre la población. Por otro lado, están los que reconocen los problemas y están dispuestos a tomar los riesgos de mejorar la economía nacional mediante la adaptación de métodos económicos más inclusivos, participativos y descentralizados, ya exitosos en otros países socialistas como China, Vietnam y Laos.
¿Dónde estamos? De acuerdo al gobierno cubano, se celebrará posteriormente una conferencia nacional para elegir un nuevo liderato en el PCC que incluirá su comité central, el politburó y los secretariados para planear el nuevo congreso.
Según la visión de Raúl Castro, la transformación económica que Cuba necesita sólo podrá ser concebida estudiando las mejores experiencias del resto del mundo, y tomando como referencia el ejemplo establecido por los modelos chino y vietnamita. Y también nos recuerda que él fue elegido para defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para destruirlo.
El distinguido y sensato economista cubano Oscar Espinosa Chepe, quien estuvo preso varios años en la isla, señala al dirigirse al presidente cubano Raúl Castro “El problema no radica en pedir opiniones sobre un discurso realista (refiriéndose al que Raúl pronunció el 26 de Julio de 2007), entonces esperanzador, para después engavetarlas. Se necesita un debate efectivo, donde participen todos los ciudadanos, comunistas y no comunistas, creyentes religiosos y no creyentes; un debate sin exclusiones en el que puedan participar los compatriotas residentes en el extranjero que también tienen deberes y derechos como cubanos. Un debate para elegir el modelo de sociedad democrática que requiere con urgencia el país. Sin esquemas preconcebidos y gastados, sin prejuicios aburridos, que responda a los tiempos en que vivimos, para sentar las bases para una sociedad “con todos y para el bien de todos.”
El presidente cubano frecuentemente hace mención de las dificultades que sufre el pueblo cubano por el embargo. Asimismo se ha expresado con agrado sobre la reanudación de las conversaciones sobre la migración que fueron suspendidas durante la administración de Bush. También han sido muy promisorias las visitas a Cuba del gobernador de New Mexico Bill Richardson y de la subsecretaria de asuntos hemisféricos de Departamento de Estado Bisa Williams.
El embargo continúa siendo un arma de doble filo donde ambos lados pierden. Por ejemplo, Estados Unidos pierde la posibilidad de incrementar la venta de sus productos agrícolas, tales como arroz, trigo y soya que son vendidos por países como Canadá, Argentina, Brasil aun más lejos. Cuba pierde la posibilidad de comprar a un país que se encuentra 90 millas de sus costas.
Políticamente hablando, el mantener una postura de oposición al embargo logra que muchos dentro de la isla comprendan y reconozcan que no todos los cubanos de la diáspora tenemos una posición hostil y de aislamiento y que tenemos un claro deseo de participar en la reconciliación nacional y en el desarrollo del país. Por consiguiente, eso ayuda a que empecemos a romper los muros que nos separan y que impiden que comencemos a trabajar juntos en asuntos de común interés que tarde o temprano habrá que enfrentar.

*Lorenzo Cañizares es sindicalista cubano-americano. Especialista de Organización para la Pennsylvania State Education Association. Reside en Harrisburg, PA.
Rolando Castañeda es economista cubano-americano. Funcionario retirado del Banco Interamericano del Desarrollo. Reside en Washington, D.C.

Saturday, October 3, 2009

El Concierto de la Concordia



Ariel Hidalgo
“Es hora de cambiar la mente de todos: el odio por amor”, cantaron en dúo Juanes y Miguel Bosé delante de más de un millón de cubanos -más que cualquiera de las concentraciones políticas multitudinarias de los últimos cincuenta años en esa misma plaza-, que aplaudían, alzaban sus brazos, gritaban, bailaban, reían y lloraban, todo un pueblo que esta vez no acudió por amenazas, ni con doble moral, ni forzados en ómnibus desde centros de trabajo, sino movidos de ardiente entusiasmo. Se habló de perdón, de libertad, se proclamó que la familia cubana era una sola, y se pidió a la juventud que no tuviese miedo. Frases como éstas estremecieron a muchos cubanos que escuchaban tanto en la plaza como frente a sus televisores, tanto en Cuba como en la diáspora. Por el celular recibí este texto desde Ecuador: “Estuve todo el tiempo llorando como una boba”. Era mi hija. Y una amiga que el día antes había rechazado el proyecto Paz sin Fronteras, expresaría tras el evento, aún bajo los efectos de la impresión: “Confieso que me equivoqué”.

La discordia quedó sólo para pequeños grupos de ambas orillas del Estrecho: aquellos que insultaron a los organizadores y rompieron discos con martillos y aplanadoras, y esos otros que, contando con la fuerza, intentaron imponer barreras y amenazaron con la cárcel a numerosos disidentes. “Medidas preventivas”, decían, cuando la más eficaz de las prevenciones era no haber frustrado los anhelos y esperanzas del pueblo. Una vez más se demuestra que la solución cubana no viene por los abruptos senderos de la política. Si sólo sabes de política, ni de política sabes. Los gobiernos pueden cambiar las instituciones, pero el amor y el odio no pueden ordenarse por decreto. Y todo lo que se construya que no tenga cimientos en el alma de los pueblos, será tan endeble y efímero como el rocío del amanecer que se evapora con el sol y el viento.

En cambio, los artistas participantes de diversos países y la marejada de pueblo que colmó la inmensa plaza, traspasaron la epidermis del conflicto hacia las verdaderas raíces de la realidad, la conciencia colectiva, el alma nacional, para quedar estrechamente conectados por invisibles lazos y vibrando con las palabras mágicas de paz y perdón. Juanes y los demás artistas invocaron lo único que podrá salvar al pueblo cubano: el amor. Así se demostró que la causa de la libertad de Cuba, defendida por los políticos, cuyos caminos tropezaban con muros insalvables, puede ganar terreno por vías subterráneas, y esto pueden lograrlo los músicos y los poetas.

La gran plaza era el lugar ideal. Era preciso comenzar por ahí la sanación del alma nacional, llevar a cabo el gran exorcismo: tornar las malas vibraciones de odios y rencores en otras de reconciliación y fraternidad. Y lo que había que pedir era justamente lo que se pedía, paz, porque hay contiendas silenciosas no declaradas de las que no se dan partes de guerra, pero que los pueblos sufren a veces por décadas y, como en nuestro caso, medio siglo. La libertad es fruto que sólo da el árbol de la paz. Sin paz no hay libertad. Cuando hay guerra, aunque no atruenen cañones, ni sangre se derrame, pero el clima sea de miedos y tensiones, de insultos y amenazas, las excusas germinarán para coartar todas las libertades, como mala yerba en torno a la buena simiente. Incluso las pretendidas libertades que supuestamente generan las llamadas guerras de liberación, aun con todas sus justificaciones, nunca son reales ni duraderas. Detrás siempre llegan nuevos conflictos y otras dictaduras. La guerra más victoriosa es aquella que puede evitarse, aquella que no se libra jamás, no sólo victoriosa para quienes podrían ser vencidos en caso de estallar, sino incluso para los posibles “vencedores”. Porque en ninguna guerra hay victorias, sólo derrotas. La verdadera batalla tiene que darse en el corazón de los seres humanos, y así se entiende el reclamo de Olga Tañón: “Los soldados somos nosotros, pero soldados de la paz”.

Y al igual que paz sin fronteras, debe haber amor sin fronteras, hermandad sin fronteras, solidaridad sin fronteras. Y deben celebrarse conciertos entre cubanos de ambas orillas allá y acá, y también de ambas orillas, encuentros de académicos, de escritores y deportistas -¿por qué no imaginar también “deportes sin fronteras” compitiendo en juegos de la amistad?-, hasta que los muros se derrumben y políticos y gobiernos no puedan seguir manipulando a los pueblos y tengan que ceder ante el paso arrollador de la reconciliación. Quizás entonces podrán juntarse, en un inmenso coro, todas aquellas voces de allá y de acá que no pudieron estar presentes. Y luego hacer, cual símbolo de un pacto entre los hermanos hoy en disputa, un arco iris con todos los colores del diapasón cubano ya en perfecta armonía: el arco iris de la Concordia.