Saturday, April 17, 2010

Los Cambios Estructurales y Conceptuales en Cuba y el Paradigma Chino


Rolando Castañeda y Lorenzo Cañizares*

Desde su muy citado discurso del 26 del julio del 2007 el presidente Raúl Castro ha llamado la atención periódicamente sobre la difícil situación económica del país y sobre la necesidad de adoptar cambios estructurales y conceptuales para enfrentarlos. Desafortunadamente, esos problemas se han acentuado por los huracanes que azotaron al país en el 2008 y la gran recesión mundial del 2008-2009, y así como porque básicamente los importantes cambios requeridos han sido limitados y pospuestos. La economía cubana es muy frágil y depende marcadamente de la amplia ayuda venezolana.

Algunos compatriotas y amigos de Cuba han hecho propuestas concretas sobre los cambios que deberían adoptarse para asegurar un mayor bienestar y progreso económico, político y social. Entre esas propuestas están, entre otras, las presentadas por Roberto Cobas Vivar y Narciso Isa Conde en Kaos en la Red.

Coincidimos esencialmente con sus propuestas sobre que es necesario un debate nacional inclusivo para hacer la sociedad cubana más participativa, protagónica, libertaria y democrática en el poder político, las instituciones básicas y las relaciones socioeconómicas, que tiendan al pleno empoderamiento y a la soberanía ciudadana del pueblo. Y, en esas condiciones, determinar e impulsar las estrategias y tácticas para lograr los objetivos que se tracen. También coincidimos con Conde e Isa en que hay que modificar el socialismo real o capitalismo estatal burocrático e ineficiente existente (que ellos denominan “socialismo irreal”), la burocracia posee intereses de clase muy diferentes del resto de la sociedad nacional; que Cuba debe aprovechar la buena coyuntura geopolítica y geoeconómica internacional para hacer los cambios requeridos; y que es hora de darle vuelta definitiva y eficaz al diferendo con los EEUU.

Sin embargo, diferimos de los amigos Cobas e Isa en el categórico rechazo que hacen de la extraordinaria experiencia china que denominan la restauración capitalista, así como de su utilización de los mecanismos de mercado, cuando expresan que China no constituye absolutamente, ninguna referencia válida para la transición cubana. Igualmente, estamos en desacuerdo con el apoyo que hacen de una sociedad cooperativista y autogestionaria generalizada que no se ha experimentado en ningún otro país del mundo y sólo cuenta con el respaldo de algunas consideraciones teóricas hechas por Marx y Lenin. Al respecto, consideramos que Cuba no está en condiciones de hacer pioneros experimentos económicos-sociales sino asegurar el bienestar y progreso material, social y cultural de su población y brindarle una importante motivación a su juventud mediante cambios probados que han sido exitosos en otros países.

Tanto en la experiencia china como en la sociedad que Cobas e Isa propugnan hay un papel muy importante para la micro, pequeña y mediana empresa individual, familiar y social, así como asociaciones cooperativas y de autogestión voluntarias. Por ello lo que finalmente está en discusión y sobre lo que tenemos desacuerdo con ellos son aquellas actividades que por su naturaleza más compleja requieren una organización productiva, administrativa y funcional diferente, especialmente para estar debidamente actualizadas tecnológicamente y competir apropiadamente en la economía globalizada. En este sentido la experiencia de las privatizaciones, las empresas mixtas con capital extranjero y la inversión privada extranjera han sido fundamentalmente exitosas en el desarrollo chino. Adicionalmente, China considera al mercado dentro de regulaciones públicas como el mejor mecanismo social asignador de recursos por su flexibilidad y descentralización en vez de decisiones burocráticas centrales. En este sentido estamos de acuerdo con el economista Omar Everleny de la Universidad de La Habana que considera que el mercado tiene que ser un componente importante en cualquier economía.

Es conveniente tener muy presente que en sólo 30 años China ha mantenido una extraordinaria y sin precedentes tasa de crecimiento del PIB real cercana al 10% anual que le ha permitido modernizarse y pasar del 178vo lugar mundial de PIB total a la segunda economía mundial y que su producto por habitante ha aumentado 12 veces en ese periodo. El desarrollo de su clase media urbana es indiscutible y evidente en sus numerosos rascacielos habitacionales y la marcada congestión de autos en sus amplias avenidas y carreteras. Este enorme progreso material ha fortalecido notablemente el orgullo y motivación nacional.

Es cierto que China como cualquier otra economía importante confronta diversos problemas que deberá superar, pero su liberalización económica y apertura externa graduales, evolutivas y ordenadas; su pragmatismo orientado a la estabilidad de su sistema con base en el compromiso de adoptar continuas innovaciones y experimentaciones (como señaló Teng-Hsiao-Ping “lo importante no es el color del gato sino que cace ratones”), y su prudencia fiscal son tres pilares fundamentales de lo que hora muchos académicos y analistas llaman el Consenso de Beijing para contraponerlo con el llamado Consenso de Washington. El atractivo del paradigma chino se ha ampliado y fortalecido cuando el XVII Congreso del Partido Comunista Chino caracterizó como fundamentales al ser humano y al desenvolvimiento integral, armónico, coordinado y sostenible de la sociedad en el modelo de desarrollo nacional.

*Rolando Castañeda es economista. Funcionario retirado del Banco Interamericano del Desarrollo. Reside en Washington, D.C.

Lorenzo Cañizares es sindicalista. Especialista de Organización para la Pennsylvania State Education Association. Reside en Harrisburg, PA.

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