Rolando Castañeda y Lorenzo Cañizares*
Poco después de haber publicado nuestro artículo “Los cambios estructurales y conceptuales en Cuba y el paradigma chino” supimos del excelente ensayo “Los socialistas cubanos y el síndrome de la mujer barbuda” del ilustre compatriota Haroldo Dilla publicado en la Revista Encuentro 51/52 del invierno/primavera del 2009. Si bien Dilla trata varios temas desde una perspectiva histórica y conceptual más amplia, también tiene muchas coincidencias con nuestras observaciones cuando comenta el sistema que un grupo de intelectuales socialistas cubanos propone para el futuro de la isla. Dicha propuesta elaborada por Pedro Campos (con la aclaración de que realmente es una propuesta colectiva) es similar aunque, a nuestra opinión, más elaborada y consistente que la que comentamos de Cobas e Isa. Así por ejemplo es diferente en cuanto acepta un importante papel para el mercado en el funcionamiento del nuevo sistema. En nuestro citado artículo no nos referimos a la propuesta de Campos porque no rechaza específicamente el paradigma chino (y vietnamita) que a nuestro juicio presenta muy valiosas e interesantes lecciones para el futuro de Cuba.
Dilla señala que el grupo de Campos plantea que las demandas de la acumulación económica se subordinen a los imperativos del bien común, de la equidad social y de la riqueza cultural para así superar los déficits económicos, sociales, políticos y culturales del sistema vigente en la isla, los cuales están generando un costoso empobrecimiento de la sociedad, y por el vacío y la pusilánime omisión de políticas necesarias de ajustes y cambios. Consideramos que ese objetivo general es compartido por otros grupos de cubanos, entre ellos, socialdemócratas y demócratas cristianos. Así muchos compatriotas coincidimos en el diagnóstico de la situación, pero diferimos en la prescripción. Por lo tanto, lo que ahora corresponde es efectuar un amplio debate para considerar y concretar propuestas efectivas s fin de alcanzar ese objetivo común en el futuro.
Consideramos que Dilla, el grupo de Campos, Cobas e Isa y nosotros coincidimos en aspirar a una sociedad participativa, democrática, libertaria e inclusiva. Asimismo, con actividades de autogestión voluntarias y autónomas. Donde sí hay diferencias es la extensión de la autogestión de los trabajadores a todas las actividades económicas y a la eliminación del salario como eje de la alienación. Como señala Dilla, y con lo que estamos completamente de acuerdo, es que un salto malabárico a un escenario no contrastable, deja tras de sí, sin solución, los problemas más urgentes y trascendentales de la sociedad cubana, que además se encuentra en un estado de precariedad que deja muy poco espacio para la experimentación. También, una tentativa autogestionaria generalizada pudiera ser altamente costosa en términos económicos, políticos y sociales.
Por ello queremos elaborar más sobre dos temas básicos. Sobre el sistema socio-económico a establecer en Cuba orientado a dar cumplimiento al objetivo general antes mencionado y hacer unas reflexiones sobre las lecciones que se pueden derivar del paradigma chino.
Consideramos que Dilla debió ser más específico en el régimen que propone para muchas grandes empresas y actividades económicas que obviamente no es el vigente en Cuba ni tampoco es el regime autogestionario generalizado. Aquí es donde precisamente se concentran las principales diferencias en las prescripciones y las que deben ser elaboradas más detenidamente. Descartamos como Dilla la opción de la restauración capitalista por la vía autoritaria y para convertir a la élite gobernante en una clase propietaria aliada del capital extranjero. En este sentido consideramos que la privatización de ciertas actividades, la atracción de la inversión privada extranjera y el mantenimiento parcial o total de la propiedad social en otras deberían estar sujetos a la supremacía del bienestar común. En estas áreas es donde se deberá considerar seriamente la exitosa experiencia china.
Haciendo abstracción del régimen político chino, algunos cubanos de la isla rechazan el paradigma económico chino porque lo consideran como de restauración capitalista, mientras que los cubanos del exterior, y particularmente los de la Florida, lo rechazan porque tiene muchos elementos heterodoxos y socialistas, tales como: ser pragmáticos y no dogmáticos en cuanto al sistema a desarrollar, que se pretenda hacer reformas graduales, incrementales y ordenadas; que la propiedad de la tierra y de la vivienda sólo se otorgan en usufructo; que el estado tiene un activo papel regulador del mercado y en la promoción de ciertas actividades; y que las actividades “estratégicas” se reservan para el estado, etc.
A nuestro juicio ignorar o rechazar el paradigma chino en su totalidad es desconocer la mayor transformación económica de la historia moderna mundial, lo que consideramos similar a rechazar muchas ideas y legados institucionales de la Revolución francesa y de la Revolución estadounidense. Además, el paradigma chino ha consistido en adoptar muchos conceptos y experiencias del exitoso paradigma de los tigres asiáticos a los problemas específicos de la transición del socialismo burocrático estalinista a un socialismo de mercado, así como a los imperiosos requerimientos del desarrollo económico nacional.
*Rolando Castañeda es economista cubano-americano. Funcionario retirado del Banco Interamericano del Desarrollo. Reside en Washington, D.C.
Lorenzo Cañizares es sindicalista cubano-americano. Especialista de Organización para la Pennsylvania State Education Association. Reside en Harrisburg, PA.