Ariel Hidalgo
No diré que esta historia ocurrió realmente –por razones personales-, pero tampoco que no ocurrió. En 1989 un oficial de Seguridad del Estado visitó a un disidente en su celda en un cuartel provincial. Ambos habían sido amigos y condiscípulos durante la adolescencia y juntos se habían opuesto al batistato. El disidente se preguntaba por el objetivo de aquella visita. ¿Había ido quizás con la duda clavándole las entrañas, con la curiosidad de saber por qué él había llegado a caer en aquel supuesto vacío?
“No quisiera estar en tu pellejo”, le dijo el oficial “Eso te pasa por estar comiendo mierda con esa pendejada de los derechos humanos”. Y el disidente había contestado: “Es preferible fracasar tratando de ser parte de la solución que triunfar siendo parte del problema”.
El oficial cuestionaba al disidente la buena voluntad de los que como él, “le hacían el juego al imperialismo” en sus “campañas mediáticas” contra la Revolución, pues según decía, esos “grupúsculos internos” eran manipulados por sectores derechistas de Miami. Y el disidente le aclaraba que si bien algunos podían estar deliberadamente sirviendo a esos propósitos, así como otros estaban también manipulados “por ustedes” -le decía apuntando hacia él,- en realidad la disidencia era un producto de problemas sociales internos, de eso que ellos llamaban “revolución”. ¿Pero quién le hacía más daño a esa Revolución? ¿El que en nombre de ella cometía actos que le restan popularidad, o el que denuncia esos actos? “No maten al mensajero y vayan a la raíz del problema. No habría denuncias si no hubiera qué denunciar. Estaríamos felices de no tener qué decir y así poder dedicarnos a labores más edificantes”.
En todo caso, decía en tono irónico, estaban brindando al Estado un servicio voluntario. ¿Por qué no aprovechar “nuestros gratuitos servicios” para sanear todos aquellos departamentos donde los desafueros generaban descontento, como Cárceles y Prisiones, muchos de cuyos funcionarios violaban sistemáticamente el Código Penal? No le exigían un salario pero al menos debía agradecerles que estuvieran poniéndoles al día de sus propios errores para que pudieran resolverlos y así presentar una imagen más aceptable ante el pueblo y el mundo. ¿Se trata sólo de personas que violan las leyes, o de leyes que violan derechos universalmente aceptados?¿Por qué no aceptar que se ha errado al discriminar por motivo de las ideas? Si se insiste en no reconocer a los llamados grupos disidentes con el argumento de que son manipulados desde afuera, ¿por qué rechazaban igualmente, entre ellos, a los que han mantenido posiciones independientes al oponerse al embargo contra Cuba? ¿Por qué no permitían a quienes representaban corrientes diferentes de pensamiento, postularse a título personal e incluso aspirar a la Asamblea Nacional directamente desde la base como mismo son elegidos muchos dirigentes del Partido? Si una diversidad de partidos divide a la sociedad, más lo dividía un partido único, ya que “partido” viene de parte, lo cual significa que sólo una parte de la sociedad se encuentra representada. En realidad él había seguido siendo el mismo, nunca había traicionado sus ideales.
- Precisamente porque soy file a esos principios es que condeno a tu gobierno cuando considero que su política los ha negado.
- No hables disparates. ¿No estabas contra los latifundistas y contra la burguesía explotadora? - le había preguntado el oficial- Pues hemos barrido con todo eso. Ahora el pueblo, los trabajadores, son los dueños de las tierras y las fábricas. ¿Quieren que el país retorne a manos de los americanos? ¿Que vuelvan los politiqueros corruptos y la aristocracia racista, que regrese la miseria del tiempo muerto con niños pidiendo limosnas por las guardarrayas?
- Tú sabes muy bien que ese no es mi programa - le respondió el disidente- Pero ya que hablas de miseria te recuerdo los apagones, nadie muere de hambre, pero los alimentos de la cuota se quedan “en una muela”; nadie anda descalzo, pero el agua de los charcos se cuela por los agujeros rotos de las suelas. Si antes había racismo ustedes lo sustituyeron por otra discriminación basada no ya en el color de la piel, sino en las ideas, un apartheid diferente al de Sudáfrica, pero apartheid al fin no menos vergonzoso. Lo que have falta ahora es una democracia que suprima toda forma de discriminación, que tanto en la piel como en las ideas, sea un hermoso arco iris.
- Tú sabes muy bien que con el acoso del imperialismo a 90 millas no podíamos darnos ese lujo.
Y el disidente había soltado una risita burlona.
- Sí, como el pastor que para amansar a sus ovejas les habla constantemente del peligro del lobo. Ese lobo, con sus amenazas, ha sido el mejor amigo del pastor.
Y añadía que el Estado, al absorber todos los bienes, creció de forma monstruosa para luego necesitar una casta de burócratas distanciados del pueblo para administrarlos. Las riquezas pasaron de unas manos a otras, pero nunca a los trabajadores. Quien antes trabajara para el terrateniente por un miserable jornal, siguió sometido, esta vez a una élite burocrática. Incluso muchos eran enviados a trabajar al extranjero por salarios miserables mientras el gobierno se embolsillaba la mejor parte.
Y como el oficial le recordara las gratuidades de la salud, la educación y otros servicios, le respondió que ningún Estado daba nada de gratis, porque todas las riquezas de la nación salían del trabajo de sus ciudadanos, aunque reconocía el acceso fácil de la población a esos servicios. Pero otros Estados habían logrado lo mismo sin tanta represión como Suecia, Holanda, Canadá y hasta un país subdesarrollado como Costa Rica. Con todo, aunque no tenían que pagar un centavo en policlínicos y hospitales, luego regresaban a sus hogares sin ser adecuadamente atendidos por falta de equipos y medicamentos.
¿A qué llamaban ellos “socialismo”? ¿A un modelo que niega la libre iniciativa económica de los ciudadanos? Un ejemplo singular de actitud de avestruz, porque justamente había sido esa restricción del estímulo productivo, el principal freno al desarrollo de la economía con su secuela de corrupción y otras desviaciones sociales a las que ellos se pasaban la vida declarando la guerra y amenazando siempre con purgas, o sea, yendo siempre a las ramas del mal y no a la raíz, justamente el modelo que ellos mismos se habían empeñado en mantener. En 30 años la sustitución de unos funcionarios por otros nunca había solucionado las sucesivas crisis. El problema real estaba en el sistema, en un modelo ya fracasado que tarde o temprano se derrumbaría en todas partes donde se había instaurado, porque un monopolio único como lo era el Estado centralizado perdía la capacidad de control sobre la base, lo cual originaba el caos.
Con ese fundamentalismo han empujado a muchos cubanos a emigrar, entre ellos a numerosos profesionales, y están abocando a la sociedad cubana no sólo a la bancarrota económica, sino además a la crisis social, al fraccionamiento y la desestabilización. Con esa política irracional que niega las posibilidades de desenvolvimiento económico, han convertido ya a toda la población en infractora de las leyes para poder supervivir. Ellos iban a ser responsables no ya del fantasma de la contrarrevolución contra la que tanto habían alertado, sino de ese caos.
¿Habrá mucha diferencia en que un campesino cobre su miserable jornal de manos de un terrateniente a que lo cobre de un funcionario público? Un economista necesitaría tiempo para explicar las diferencias entre el latifundio y la granja estatal, pero al campesino que trabaja la tierra lo que le interesa es una solo cosa: que no es él quien la posee. Sólo ha habido un cambio de amos. Es preciso expropiar esta vez al Estado mismo, que los bienes pasen directamente a manos del pueblo. Y la solución verdadera será crear todos juntos una comunidad donde las diferencias de ideas no sean barreras infranqueables entre los seres humanos, porque más importante que las ideas de la gente era la gente misma, una sociedad donde el centro no sea ni el capital ni el Estado, sino el ser humano.
El oficial permaneció en silencio y el disidente no podía ver su expresión velada por las sombras. Luego se levantó lentamente mientras con una mano ordenaba al custodio abrir la celda. Y tras informarle que no lo vería más y que sería trasladado a la capital, se alejó. Y el ruido de sus tacones sobre las lozas fue escuchándose cada vez más lejano, hasta perderse en un dédalo de pasillos.
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