Por Haroldo Dilla Alfonso
Los vientos que corren desde La Habana hablan de violencias contra opositores pacíficos, contracciones económicas, reducciones del ya bastante exiguo consumo popular y, casi como quien no quiere las cosas, de una nueva reunión del gobierno cubano con sectores de la emigración.
Estas reuniones no son nuevas. Han sido celebradas desde los 70s con llamativos títulos que hablan de encuentros de la “nación” con la “emigración”. Dos vocablos que para el caso resultan eufemísticos, irreales y cínicos. Primero, porque la emigración es parte de la nación aunque el gobierno cubano se esmere en negarlo, convirtiendo a los cubanos migrantes en desterrados sin derechos en la tierra en que nacieron. Segundo porque ningún gobierno es la nación, menos aún cuando se trata de una camarilla gerontocrática y autoritaria que se niega a someterse al veredicto de las urnas. Tercero, porque los convocados y admitidos por el gobierno cubano para estos encuentros son en ocasiones sus propios activistas residentes en el extranjero, como sucedió en la fantochada que tuvo lugar en La Habana hace un año. En el mejor de los casos, personas honestas, pero sobre todo confiables para el gobierno cubano. Es decir, personas que conocen y se atienen a las reglas de lo políticamente correcto cuando se habla con La Habana.
Ahora la noticia llega desde un periódico mexicano que entrevistó a un empresario y político cubano radicado en Miami que durante décadas ha ligado tanto su corazón como su bolsillo a estos contactos. Según esta fuente (con seguridad bien informada) la nueva reunión “nación-emigración” podría ser convocada entre el 27 y el 29 de enero con una agenda indefinida que él asume debe contemplar la ampliación de los derechos de los migrantes en Cuba, tales como la compra de viviendas y de seguros médicos y el otorgamiento del perdón a los balseros de 1994, a los que aún el gobierno cubano no permite visitar la isla, es decir al país en que nacieron.
Ciertamente, pasos positivos, como también es positivo que el referido empresario se dedique a ello, pero creo que son pasos dados en una dirección que no conduce a una solución, sino a la permanente complicidad con la indignante política del gobierno cubano en este tema.
Para el gobierno cubano no resulta un problema abrir espacios de comunicación con una “emigración” dócil y dispuesta a comprar servicios, inmuebles y enviar remesas, es decir una emigración vista como una fuente de dinero para paliar el hambre financiera producto de su dogmatismo e incompetencia. Una emigración que financiaría así al mismo proyecto de poder que le niega sus derechos elementales como cubanos y cubanas.
Para el gobierno cubano no resulta un problema abrir espacios de comunicación con una “emigración” dócil y dispuesta a comprar servicios, inmuebles y enviar remesas, es decir una emigración vista como una fuente de dinero para paliar el hambre financiera producto de su dogmatismo e incompetencia. Una emigración que financiaría así al mismo proyecto de poder que le niega sus derechos elementales como cubanos y cubanas.
Si los cubanos emigrados quieren ser respetables en este juego, no tienen otra opción que reclamar sus derechos legítimos como cubanos al mismo nivel en que hoy se legisla en el plano mundial: en principio, el derecho a entrar y salir libremente del país en que nacieron y a vivir en él si así lo deciden. Y al mismo tiempo, no queda otra opción, exigir esos mismos derechos para los ciudadanos cubanos residentes en la isla, que hoy requieren permisos para viajar fuera de Cuba, por los cuales, además, deben pagar precios altísimos, monetarios y morales.
Una vieja técnica de negociación indica que un resultado es bueno cuando los acuerdos obtenidos corresponden con las segundas mejores opciones de cada parte. Los resultados obtenidos durante décadas de negociaciones entre migrantes y gobierno cubanos han distado mucho de este efecto óptimo, posiblemente porque a pesar de la buena voluntad de los migrantes, en años anteriores la disparidad de fuerzas era abrumadora. Pero hoy es diferente. Si se trata de una negociación seria –y no de una payasada enmascarante organizada por el gobierno cubano como en 2008- no nos queda más remedio que alzar el listón.
De lo contrario vamos a seguir haciendo lo de siempre: financiando al gobierno cubano y enterneciéndonos de gratitud cuando nos dejan pasar por el aeropuerto sin decomisarnos la mitad de la maleta. Ellos con su primera mejor opción y nosotros con un programa mínimo casi reducido al derecho a sonreír cuando nos apalean.