Thursday, June 13, 2013

Disidencia y Concertación


Juan Antonio Blanco


12 de junio de 2013


Si el régimen divide, las fuerzas del cambio deben
aprender a concertar. Lo que está en juego es la creación de una sociedad abierta, insertada en la civilización del conocimiento.

Concertar supone en política la posibilidad de armonizar y conjugar la acción de actores diferentes, autónomos, a menudo portadores de diferencias sustantivas de opinión.
Para la elite de poder cubana la clave está en hacer exactamente lo opuesto: sembrar la división, exacerbar rencores, envidias y conflictos viejos o nuevos entre los opositores y también entre sectores de población. Propagar miedo al cambio y resquemores entre sus protagonistas es la única herramienta que le queda para fomentar la pasividad ciudadana.

Los que todavía monopolizan el poder ya no pretenden pasar por heraldos de un porvenir de prosperidad. De las consignas que llamaban a construir un futuro feliz han transitado a los llamados a “resistir” para defender “el socialismo”. ¿Resistirse a qué? ¿Cuál socialismo llaman a defender? La ciudadanía desea saber a donde la llevan, pero nadie sabe –o quiere- decirle nada en concreto.

Esta no es una batalla entre consignas ideológicas del siglo XIX y XX. Lo que ahora está en juego no es un conflicto entre construir el “capitalismo” o el “socialismo”. Esos fueron los dos sistemas de administración de la civilización industrial. El proceso actual podría definirse como la opción entre iniciar una transición hacia una civilización tecnológicamente avanzada y una sociedad abierta -que faciliten el bienestar y la libertad del ciudadano- o quedar arrinconados en la periferia de la economía mundial como una nación atrasada, autoritaria y miserable. ¿Es el “destino” de Cuba ser el Haití del siglo XXI? No. Pero ese futuro es, lamentablemente, también posible.

Después de medio siglo de creciente depauperación y ausencia de libertades existe hoy un anhelo de prosperidad que permea capas muy amplias y diversas de la población e incluso alcanza a no pocos funcionarios. Ahí hay un amplio campo para la concertación ciudadana. No es asunto de dividirse en torno a etiquetas ideológicas propias de la civilización industrial, sino de saber identificar el mejor camino de incorporar la nación, de forma competitiva y socialmente inclusiva, a la nueva civilización del conocimiento.

Para concertar las vías que materialicen esa aspiración se hace necesario entrenar a los activistas del cambio en la construcción de consensos y el desarrollo de estrategias de concertación. Organizar la enseñanza de esas habilidades resulta una contribución urgente e imprescindible en la fase que ahora vive el país.

La disidencia –entendida como sustantiva inconformidad con el actual status quo- es hoy un fenómeno de masas. La elite de poder lo sabe perfectamente. Por eso intenta confundirlas sembrando rumores para asesinar la reputación de los opositores e incluso de los nuevos emprendedores del sector privado. Ellos siembran el miedo al futuro. Los activistas del cambio deben resaltar su fe en el porvenir. Ellos dividen. Las fuerzas del cambio deben aprender a concertar.

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