Rolando H. Castañeda
La crítica situación socioeconómica y financiera de Cuba requiere medidas sustantivas para superarla que tengan amplio apoyo nacional y participación ciudadana,particularmente de la juventud. Un importante y desapercibido paso en esa dirección es la contribución del artículo The Impact of the Global Crisis on Cuba’s Economy and Social Welfarede Carmelo Mesa-Lago, el decano de los economistas de la diáspora, y Pavel Vidal-Alejandro, un destacado economista joven de la Universidad de La Habana, quienes presentan un ambicioso análisis sobre las fortalezas y debilidades de la economía y los servicios sociales cubanos en el siglo XXI. Este relevante trabajo conjunto se conoce poco antes del VI Congreso del Partido Comunista que se centrará en discutir y aprobar importantes reformas socioeconómicas.
No es el único paso, también está la liberación de los presos de conciencia, muchos de los cuales fueron condenados por defender el Proyecto Varela que propuso algunos cambios similares a los actualmente que el gobierno está apoyando. El citado artículo contrasta el mejor desempeño del periodo 2004-2007, después del estancamiento de 2001-2003, impulsado mayormente por la ayuda, subsidios y comercio de servicios con Venezuela con el retorno al estancamiento a partir de 2008 determinado por la crisis económica/financiera mundial, los tres huracanes que azotaron al país y las políticas económicas nacionales que acentuaron los efectos adversos de la crisis mundial. Concluye con la necesidad de realizar reformas estructurales para mejorar el desempeño económico y hacer sostenible la provisión y la mejora de la calidad de los servicios sociales, actualmente en deterioro. Asimismo, reprueba el énfasis del gobierno en descansar en el control y la reducción de los gastos públicos, incluso de los gastos sociales, y en una política monetaria restrictiva para estabilizar y equilibrar la economía.
Entre las recomendaciones de los autores están la descentralización administrativa para la toma de decisiones en el manejo de la economía y la provisión más efectiva de los servicios sociales; la expansión del trabajo por cuenta propia de profesionales, incluso en las áreas de la educación y la salud; el ajuste cambiario mediante una devaluación controlada; la autorización de la inversión extranjera en nuevas áreas como la industria azucarera; y brindar incentivos efectivos generalizados para aumentar la producción y la productividad.
El artículo tiene cuatro omisiones importantes y significativas, que si se incluyeran reforzarían notablemente sus conclusiones y la necesidad de realizar reformas más amplias y profundas. Es conveniente tenerlas en consideración para lograr una perspectiva más completa sobre los temas analizados. (1) Parte del buen desempeño en 2004-2007 (entre los que los autores destacan la reducción de la tasa de desempleo, lo que hoy sabemos fue un espejismo) es exagerado y se debió parcialmente a un cambio metodológico en la medición del PIB. (2) El país ha mantenido consistentemente una muy baja tasa de inversión y de gastos de mantenimiento, reparación y actualización tecnológica que dificultan crecer sostenidamente a tasas mayores y mejorar la calidad de los servicios sociales brindados. (3) El sistema en su conjunto y varias de las políticas socioeconómicas básicas adolecen de distorsiones y fragilidades fundamentales que requieren reformas imprescindibles y urgentes. Si bien los autores señalan que el sistema vigente se asemeja más al modelo soviético que al chino y dificultó la respuesta a la crisis global, no elaboran suficientemente este punto clave y sus implicaciones. Y (4) la contribución que la diáspora podría realizar, además de las remesas y los viajes, a la superación de los problemas nacionales mediante recursos financieros, conocimientos y experiencias en la gestión de negocios,tecnologías avanzadas y acceso a nuevos mercados.
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