Monday, November 9, 2009

Cuba: Algo más que un simple Chancleteo



por Haroldo Dilla Alfonso


El sistema político cubano se llena de incidentes que indican tanto las inquietudes sociales subyacentes como la arrogancia intolerante de su clase política y sus intelectuales subsidiarios. Y van marcando algunos tonos de una sociedad netamente post-revolucionaria.

Chancleteo en Cuba hace alusión a una discusión de baja estofa, de malos modales, carente de la elegancia que los intelectuales gustan presumir. Es, por supuesto, una referencia elitista y arrogante, toda vez que la chancleta es la prenda de calzado ligero que usan los habitantes de las inmensas cuarterías habaneras, donde vive la gente más pobre y menos educada. La chancleta y el chancleteo son regularmente subproductos sociales de las clases populares, justo las que los intelectuales estudian y dicen admirar como signos de la cubanidad, pero de lejos.

Ahora sucede que un conocido intelectual cubano, director de la prestigiosa revista Temas, ha llamado al debate critico que promueven los blogueros cubanos –regularmente ubicados fuera de lo “políticamente correcto” en el sistema cubano- un “ciberchancleteo”, y en consonancia ha endilgado a sus sostenedores el epíteto de “chancleteros”. Lo hizo en una universidad de Miami, donde nadie lo atacó y todo el que quiso pudo entrar y opinar respetuosamente.

La respuesta de los blogueros no se hizo esperar y un grupo de ellos intentó entrar a un debate sobre internet organizado por la revista Temas en La Habana. El debate había sido anunciado como público, pero el acceso les fue prohibido. Solamente uno de los blogueros pudo entrar, pero fue la persona más conocida entre ellos: Yoani Sánchez. Entró teatralmente disfrazada, arremetió fieramente contra los argumentos oficiales que ligan la falta de acceso a internet con el bloqueo/embargo y revalidó orgullosamente la condición de chancletera como parte de su origen popular habanero. Lo que se llama en el béisbol dar nueve ceros.

Sin lugar a dudas como viene haciendo desde hace meses, Yoani ganó. Ya lo hizo cuando interpeló públicamente a la hija del General/Presidente durante una charla creo que en el Museo de Bellas Artes, a Mariela, la relacionista pública del Clan Castro, y la obligó a repetir tonterías sin sentido durante algunos minutos. Y luego, lo que fue aun peor, a escribir una carta descalificando a su contrincante con la usual perorata sobre los “mercenarios al servicio del imperialismo”. Ahora Yoani batió al director de la Revista Temas, quien fue obligado a circular por internet una nota diciendo que donde dijo “Diego” quiso decir “Digo”, al mismo tiempo que recibía todo tipo de desaprobaciones e insultos desde el ciberespacio de los exiliados cubanos, que es, como casi todo lo que tiene que ver con Cuba, polarizado y exaltado.

Desde mi punto de vista, quitando los arrebatos pasionales del medio, lo que ha sucedido ahora, como lo que sucedió cuando Yoani interpeló a Mariela Castro, es un ejemplo de que la sociedad cubana transita por una fase final de su etapa post-revolucionaria, es decir una fase en que la revolución (terminada esencialmente en 1965 y agotados sus efectos desde 1990) deja de ser siquiera una referencia temporal y se dibujan escenarios que incluso prescinden de los octogenarios que, en cama o de pie, siguen tratando de gobernar a la sociedad, cada vez con mayores dificultades. Tanto la revista Temas como el famoso blog de Yoani son productos culturales post-revolucionarios como también lo es aunque no me detengo en ello ahora, la hija del miasmático general/presidente cubano. Solo que lo son de diferentes maneras, y es posible que también imaginen de maneras diferentes al mejor de los mundos posibles.

El director de la revista Temas es un sólido intelectual cubano, que tiene a su haber méritos innegables como han sido colocar en el debate intelectual nacional temas relevantes, romper obstáculos para la comunicación con la academia norteamericana y mantener un espacio tan importante como la propia revista Temas. Y lo ha hecho siempre desde un sofisticado eclecticismo teórico donde el marxismo nunca fue un ingrediente importante. Esto último lo convirtió en un socio dilecto de la academia norteamericana y cubanológica, y por ello ha entrado exitosamente en la élite cultural cubana pero también ha pagado sus precios. Y quizás el precio mayor que paga es ser parte de ese pacto político que se condensa en la UNEAC y en el Ministerio de Cultura y que otorga a los intelectuales adscriptos el derecho a viajar, hacer dinero, decir algunas herejías y tener una dirección electrónica, a cambio de que no transgredan ciertos límites, y en especial de que no intenten trasladar sus patéticos privilegios al resto de la población cubana.

Al atacar a los blogueros y al debate que promueven, el director de Temas paga un peaje de fidelidad política implícito en el pacto que el conoce bien. Pero al mismo tiempo defiende el espacio crítico y analítico de su negocio intelectual, al que promueve en cuanto lugar visita como una revista pluralista, libre y abierta a todas las tendencias, una suerte de ensoñación post-revolucionaria que logra capturar el ingenuo corazón de la academia liberal norteamericana que anida en instituciones como LASA.

Yoani, por su parte, es una construcción permanente. Se construye ella misma con una habilidad y un coraje sorprendentes, un día mostrando la humildad de la Madre Teresa de Calcuta, y al siguiente la agresividad mística de Juana de Arco, según las circunstancias. La construyen sus detractores, endilgándole epítetos tan procaces y ofensivos que mueven a la simpatía con la agredida aún cuando no estemos de acuerdo con ella. Y la construyen quienes la dotan de un blog transnacional y la llenan de medallas internacionales (en su mayor parte provenientes de la derecha mundial, personeros de Ratzinger incluidos) que sin lugar a dudas pudiera merecer su talento en el futuro, pero por el momento no su obra.

Yoani Sánchez es la figura emblemática de un nuevo tipo de oposición política que da aire a los agotados disidentes tradicionales. Su blog es leído por miles de personas, aunque imagino que muy pocas de ellas son cubanas que viven en Cuba, donde el acceso a internet es un ave rara. Sus mensajes son de una simplicidad dulzona y una redacción nada memorable, pero reconozco que Yoani no escribe para mí, ni creo que le interese hacerlo. Sus temas, que recrean difusos escenarios de vida cotidiana, van dirigidos a una juventud intoxicada de consignas políticas trascendentales y que aspira a un lugar más discreto durante sus breves pasos por el planeta. No promete futuros brillantes, sino presentes hedonistas. No escribe para el intelecto, sino para la emoción. Su mensaje es genuinamente post-revolucionario.

Pero en este “chancleteo” Yoani rescata dos ideas que son vitales para el futuro de Cuba. Ante todo, el derecho de ella, de sus amigos y amigas blogueros y de los varios millones de cubanos (exiliados incluidos) a vivir en su país, opinar libremente y obrar en consecuencia. En segundo lugar, el deber que tienen los que detentan las posiciones de poder a abrir los espacios públicos a todas esas opiniones, sobre todo cuando esos mismos funcionarios han usado espacios públicos –en este caso nada más y nada menos que una universidad de Miami- para descalificar torpemente a quienes ya sufren la represión y la estigmatización de ese poder.

No creo que el director de Temas haya dicho nada digno e inteligente, y francamente no creo que pueda decirlo en esta coyuntura. Quizás sea el momento para recordar que en la política, como en la música, el silencio tiene un valor. Y seguir haciendo su valiosa revista Temas, aunque Yoani no pueda publicar en ella.

Ni yo tampoco. Con la desventaja que yo no tengo un blog anunciado en 13 idiomas.

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